Una de las imágenes más tiernas (y también más controvertidas) del arte cristiano es la de la Virgen de la Leche, donde María amamanta al Niño Jesús. Su iconografía hunde sus raíces en representaciones antiguas como Isis lactante en el Egipto faraónico o la mitológica Hera griega. Desde allí pasó al cristianismo copto como Galaktotrophousa y se consolidó en el imaginario medieval europeo, primero en el románico austero y luego en el gótico más emocional.
En el Museo del Prado pueden admirarse varias versiones de esta advocación, desde la Virgen de Tobed del siglo XIV hasta lienzos como el de Luis de Morales (siglo XVI), donde el pudor impuesto por la Contrarreforma oculta el pecho tras las gasas. También hay escenas sorprendentes: santos como san Bernardo o san Agustín recibiendo milagrosamente leche de la Virgen, o ánimas del purgatorio aliviadas por sus hilos lactantes. Estas representaciones revelan cómo un gesto maternal fue reinterpretado como símbolo de intercesión divina, consuelo y redención.
Este artículo ha sido publicado tanto en el número 50 de la revista impresa Jot Down (especial Pura Vida) como en su edición digital:
🔗 Leer en jotdown.es
🎨 Una invitación a redescubrir en el Prado el poder simbólico y artístico de una de las imágenes más singulares del cristianismo.
¡Nos leemos muy pronto!
Un abrazo de tu amigo:
Pedro Ortega